sábado, 29 de diciembre de 2012

EL CUENTO DEL GATITO (por Ornella Busti)


EL CUENTO DEL GATITO  (por Ornella Busti)

Habia una vez un michino que vivía en una casa muy grande en una ciudad muy antigua. Estaba siempre solo porque sus dueños trabajaban por la mañana, por la tarde, y a menudo por la noche. Entonces el pobre gatiito que era todavia pequeño, pues tenía pocos meses, se aburría mucho y pasaba todo el tiempo durmiendo o cazando moscas. Tampoco tenía ganas de jugar:  ¿Con quién habría podido hacerlo? Desde las ventanas veía solo el cielo, y de noche las estrellas, estaba triste porque, aunque intentaba alcanzar los alfeizares, nunca lo había logrado. Cuando llegó la primavera, el ama de casa antes de salir, empezó a dejar algunas ventanas abiertas. Mientras tanto el michino se había convertido en un joven gato de rara belleza, y ansiaba salir de su prisión. Finalmente, un dia, hizo acopio de todas sus fuerzas, pegó un salto sobrehumano y consiguió alcanzar el alfeizar. El cielo ya lo conocía, pero lo que estaba debajo del cielo, no, ¡eso no lo conocía! ¡Lo que vio fue maravilloso! Hileras de casas y de techos, calles llenas de gente, y a lo lejos, el campo con árboles y flores coloradas. Se quedo anonadado, y por primera vez se sintió feliz. En cuanto recobró el conocimiento, tomo la decisión de explorar el nuevo mundo que se mostraba ante sus ojos. De repente pego un salto felino y comenzó a caminar con cuidado sobre los techos de pizarra hasta llegar a una chimenea que dejaba salir mucho humo. Muy intrigado por este humo, se puso a mirarlo con curiosidad cuando sintió al improviso un leve maullido. Se giró y vio acurrucada en un rincón a una micha completamente blanca con maravillosos ojos azules. Era la primera vez en su joven vida que veía una especie animal parecida a él. Muy emocionado e impresionado por la belleza del ejemplar, se agachó para acurrucarse cerca de ella. Empezaron a hablar, como solo los gatos saben hablar entre ellos, y permanecieron allí por mucho tiempo. Finalmente la gatita se levantó y empezó a andar sobre los techos, a menudo saltando de uno a otro. Llevaron andando un buen trecho y el héroe de nuestra historia la seguía hechizado. De improviso la michina se paró, y mirando al gato con sus ojos azules, le hizo entender que al fin habia llegado a la casa donde ella vivía, y le indicó una ventana llena de flores. Era necesario que saltaran para alcanzar ese lugar, y el salto parecía peligroso. El gato tenia que decidir: irse o saltar. No lo dudo un instante. Había encontrado su paraíso y entonces..... Y entonces ¡Saltaron!, una detras del otro. El gato nunca más se mudó de aquella casa, ni sintió tampoco nostalgia por su anterior casa.

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