martes, 27 de septiembre de 2011
PUERTO SUPE
POETISA PERUANA
Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca
Está mi infancia en esta costa,
bajo el cielo tan alto,
cielo como ninguno, cielo,
sombra veloz, nubes de espanto,
oscuro torbellino de alas,
azules casas en el horizonte.
Junto a la gran morada sin ventanas,
junto a las vacas ciegas,
junto al turbio licor y al pájaro carnívoro.
¡Oh, mar de todos los días,
mar montaña,
boca lluviosa de la costa fría!
Allí destruyo con brillantes piedras la casa de mis padres,
allí destruyo la jaula de las aves pequeñas,
destapo las botellas y un humo negro
escapa y tiñe tiernamente el aire y sus jardines.
Están mis horas junto al río seco,
entre el polvo y sus hojas palpitantes,
en los ojos ardientes de esta tierra
adonde lanza el mar su blanco dardo.
Una sola estación,
un mismo tiempo de chorreantes dedos
y aliento de pescado.
Toda una larga noche entre la arena.
Amo la costa,
ese espejo muerto en donde el aire gira como loco,
esa ola de fuego que arrasa corredores,
círculos de sombra y cristales perfectos.
Aquí en la costa escalo un negro pozo,
voy de la noche hacia la noche honda,
voy hacia el viento que recorre
ciego pupilas luminosas y vacías,
o habito el interior de un fruto muerto,
esa asfixiante seda, ese pesado espacio
poblado de agua y pálidas corolas. En esta costa soy el que despierta entre el follaje de alas pardas,
el que ocupa esa rama vacía, el que no quiere ver la noche.
Aquí en la costa tengo raíces,
manos imperfectas,
un lecho ardiente
en donde lloro a solas
PORTO SUPE
C’è la mia vita su questa costa
sotto un cielo così in alto
cielo come nessun cielo,
ombra veloce, nuvole di spavento
vortice nero di ali,
case blu all’orizzonte.
Con la grande casa senza finestre,
con le mucche cieche,
insieme al liquore cupo e all’uccello carnivoro.
Oh! mare di ciascun giorno,
mare montagna,
bocca piovosa della costa gelata!
Lì, distruggo con pietre luminose la casa dei miei genitori,
distruggo la gabbia dei piccoli uccelli,
apro le bottiglie, e un fumo nero
fugge via e colora dolcemente
l’aria e i suoi giardini.
Le mie ore scorrono strette al fiume in secca,
dentro la polvere e le foglie palpitanti,
negli occhi appassionati di questa terra
dove il mare scocca il suo dardo bianco.
Una singola stagione,
lo stesso tempo, di dita che gocciolano
alito di pesce.
Una notte intera dentro la sabbia.
Amo la riva del mare,
questo specchio morto dove l’aria si dibatte come matta,
questa onda di fuoco che spazza via i ballatoi,
cerchi di ombra e perfetti cristalli.
Qui nella costa scalo un buco nero,
viaggio da una notte a un’altra più profonda,
vado verso il vento che fugge
cieco d’occhi luminosi e persi,
o abito all’interno di un frutto morto,
questa seta che soffoca, questo spazio pesante
paese di acqua e di fiori di colori tenui.
In questa costa mi risveglio dentro del fogliame di ali cupe,
sono chi abita nel ramo vuoto, quello che ama scomparire di notte.
In questa costa ho le radici,
mani imperfette,
un letto caldo
in cui piango in solitudine.
Blanca Varela
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